Georges Perec

Georges-Perec

(1936-1982)

Montaje

Como puede verse en las imágenes, Georges Perec era  juguetón. Al igual que sus compañeros de OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potencielle, o Taller de Literatura Potencial), de la que puede que hable en otra ocasión, su acercamiento a la literatura no tenía nada que ver con la seriedad académica, almidonada y polvorienta, sino con la experimentación lúdica. En el fondo, la experimentación siempre tiene algo de lúdico, algo de “a ver qué pasa si”.

En esta entrada voy a comentar las novelas que he leído de Georges Perec, aunque aún me queda muchísimo por leer y disfrutar tanto de él como del resto de miembros de L’OuLiPo.

En su primera novela, “Las Cosas”, con algunos elementos autobiográficos, Perec retrata a una pareja al borde de los 30 en el París de los años 60. Es sorprendente cómo las inquietudes de esta pareja se parecen a las de gente de la misma edad en la actualidad. Por un lado, los personajes se encuentran en ese desasosegante momento en que la frescura de la rebeldía de la juventud empieza a agotarse y a estar fuera de lugar, y deben elegir entre rendirse y cargar con la cruz de lo que se espera de ellos (obtener trabajo fijo, hacer una carrera sólida, casarse, tener hijos, abrir un plan de pensiones, comprar un nicho a plazos) o seguir adelante por ese camino de rebeldía sin compromisos, ajena a los patrones marcados por la sociedad, aunque esto último acabe suponiendo en último término soledad y exclusión. Por otra parte y aún más sorprendentemente, Perec refleja de una forma inquietante y visionaria el advenimiento de la sociedad de consumo. Los propios protagonistas trabajan haciendo encuestas para estudios de mercado. La publicidad pone ante sus ojos objetos preciosos que despiertan su deseo. Son estas las cosas que dan título a la novela, y Perec expresa de una forma simple y efectiva la fiebre consumista que sufren los personajes mediante interminables e hipnóticas enumeraciones de objetos. Esta obsesión compulsiva por adquirir objetos es hoy en día el motor principal y el condicionante de la vida de mucha gente. Perec ya reparó en este fenómeno hace casi 50 años.

Desde que entra en contacto con OuLiPo, las obras de Perec se convierten en juegos en sí mismas.

Por ejemplo, en “Un hombre que duerme” (Ed. Impedimenta) se propuso escribir una novela usando sólo la segunda persona del singular. Toda la novela es un diálogo interior del protagonista y único personaje. No se puede decir que ocurra nada en la novela. Precisamente se trata de eso, de que no pasa nada. El protagonista, un estudiante que vive en París, se despierta un día y decide no volver a hacer nada. No ir a la facultad, no presentarse al examen que ha estado preparando, no salir de casa. Sólo asistimos a sus reflexiones interiores. En lugar de despertarse convertido en cucaracha gigante, el personaje se despierta como si fuera nuevo en su propia vida, o más bien como si se hubiera dado cuenta de repente de que todo en su vida le resulta indiferente. Se encuentra imbuido en una sensación de extrañamiento total, sin encontrar ningún sentido a nada. No tan espectacular frente al espejo como lo de Kafka, pero sin duda también escalofriante.

“La Caja Oscura” (Ed. Impedimenta) es una recopilación de sueños de Perec. Parece que aunque Perec esperaba que estos sueños transcritos le sirvieran como herramienta de autoconocimiento, acabó decepcionado en este sentido, aunque consideró que las imágenes poderosas y relaciones inesperadas que surgen del sueño merecían ser recogidos en un libro:

“Terminé por admitir que esos sueños no habían sido vividos para ser sueños, sino soñados para ser textos; que no eran la vía regia que yo creía que serían, sino caminos tortuosos que me alejaban cada vez más del reconocimiento de mí mismo.”

Desde que leí el libro he empezado también a transcribir mis sueños. Discrepo con Perec por completo. Jamás los publicaría, pero sí me sirven para conocerme más. Los sueños no deben ser analizados racionalmente, inspeccionándolos bajo la lupa tras fijarlos con alfileres, sino que hay que dejar que sean ellos los te susurren al oído, cuando ellos quieran, oblicuamente, lo que quieren decir.

La obra más conocida y reconocida de Perec es “La Vida. Instrucciones de Uso” (Ed Anagrama). En esta novela Perec cuenta historias relacionadas con los inquilinos de un inmueble en París. Perec consideró los apartamentos del inmueble como si fueran casillas de un tablero de juego y en cada capítulo habla sobre los inquilinos que viven o han vivido en el apartamento que le toca según unas reglas establecidas de antemano. Con ello consigue mostrar como si de capas transparentes se tratara, los múltiples hechos que se acumulan en un mismo espacio, y también los múltiples hechos que ocurren simultáneamente en un mismo instante. El lector acaba teniendo la sensación de que el inmueble en sí mismo es un gran organismo, auténtico protagonista mudo, que cobija todos estos procesos interrelacionados que se describen en la novela como si de un enorme libro de fisiología fantástica se tratara. Extrapolar lo que Perec hace del edificio al planeta entero es sólo un pequeño paso después de que el autor nos haya mostrado el concepto mediante este pequeño prototipo.

Es una pena que lo lúdico esté considerado como algo de segunda, poco prestigioso, poco serio. Un acercamiento lúdico a un viejo problema proporciona la actitud de extrañamiento que permite verlo como si fuera nuevo para encontrar una solución que antes nadie veía. Permite identificar los mecanismos defectuosos y las ideas obsoletas en las que ni siquiera reparamos porque están incrustados en la costumbre. Hoy es necesario más que nunca hacer esta revisión completa del sistema.

YelenaBryksenkova-051310


Un Comentario

  1. ¡Gran entrada! Tenía yo vagas referencias de Perec, pero tu forma de abordarlo aquí… ¡me ha dado apetito de él! Lo apunto en la lista de «autores a hincar el diente».


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